“¡Peeeerro!” Como dicen los muchachos de la barriadas populares, o: “¡Zaaape!”, como dicen los españoles (Y ¡ole!). Ayer el presidente Chávez habría dicho que si era necesario, en Venezuela comeríamos piedras, en el marco de un eventual conflicto con Estados Unidos.
Ay, no sé, pero a mí me parece que la lengua es el castigo del cuerpo, y que con esas cosas no se juegan, menos después del escándalo aún inconcluso de la comida vencida (podrida, no apta, o como quieran llamarla) de PDVAL. Y con lo cual, quedó más que demostrado que en nuestro país aún se importa mucha comida, y que somos malos hasta para eso: para importar los alimentos que se producen en otros países.
“Con la comida no se juega”, es un dicho muy criollo en el cual coincidimos tirios y troyanos, y lo de apostar con una probable guerra o conflagración armada es otra cosa que desaprobamos la inmensa mayoría, mucho mas si trabajamos por la salud ajena.
Quizás el presidente Chávez es de los pocos que creen en las cifras del INE, que pregona el descenso (casi desaparición) de la pobreza extrema en Venezuela, y por eso se atreve a apostar que los venezolanos seríamos capaces de comer piedra, cuando si a ver vamos el desarrollo endógeno, en la escala del núcleo familiar, apenas se ve, cuando la experiencia con los jardines organopónicos, que nos parece extraordinaria, ha resultado poco menos que tímida e insuficiente.
Pero vamos a estar claros, muchos compatriotas de la “misión Negra Hipólita” tienen rato tragando piedras, pero de la mala, la piedra que destruye el cerebro y convierte a venezolanas y venezolanos (v.g.: avenida libertador, avenida Bolívar, riberas del Guaire, etc., etc., etc.) en poco menos que guiñamos capaces de hacer lo que sea con tal de reunir el dinero para adquirir la ración diaria de basura psicotrópica.
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